miércoles, 9 de abril de 2008

Envidia.

Correctores vs. periodistas

La corrección es algo tan importante para este diario que, tal vez por ese motivo, se ha contratado a siete personas para que todos los días lean el periódico completo y detecten los errores, gramaticales y ortográficos, con que un redactor los ha querido impresionar. Su trabajo siempre los pone muy cerca de lo insólito. Un día, por ejemplo, Belén, una de las correctoras, detectó algo
extraordinario. Tomó un texto en sus manos y se vio frente a un “milágro”, muy enfático y con un original acento. Belén, la mujer del nombre bíblico, nunca
estuvo tan cerca de uno de esos simples milagros con acento invisible que están en las Escrituras. En todo caso, a lo largo de su trabajo Belén se ha
topado no sólo con algún “milágro”, sino también con artículos que fallidamente intentan destacar por su “brillantés”, como escribió algún innovador.
Belén lee todo lo escrito por los redactores y ha descubierto muchas manías. Ha descubierto que la palabra que más escriben los periodistas de este diario
es “coyuntura”. Ha descubierto, además, que abunda la palabra “cool” o la palabra “mercadeo”. Que el director Lanata cada vez que inicia un párrafo pone un guión. Que todos los días hay titulares con títulos de discos o de novelas. Que un día un titular decía en una página: “A comprar, que el mundo se va a acabar”, y unas páginas más adelante, otro decía: “A barrer, que el mundo se va a acabar”. Que las bajadas, dice, casi no tienen verbos. Que hay un exceso de dos puntos. Que la sección Internacional no suele tener errores. Que la tapa que más la emocionó era un adverbio: “Humildemente”. Y ha detectado que, con tanta norma que los correctores deben imponer, ellos, la última aduana de un artículo, se han constituido en la facción menos querida por los periodistas.
La misión de este estamento policial es avisar a los redactores que tal palabra es incorrecta. Y entonces los redactores se incomodan y se inician así las batallas idiomáticas más sangrientas que hay en un periódico.
En este caso, el campo de batalla lo constituyen las páginas de Crítica de la Argentina, en las cuales los correctores y los periodistas se enfrentan en cada
artículo, en cada bajada y hasta se muestran los dientes por tres puntos suspensivos. Los correctores, entonces, se convierten en siete espadachines que, a la menor provocación, desenvainan el diccionario de la Real Academia Española.
“¿Usted tiene miedo, Belén?”, pregunta Bamba.“Para nada”, dice con valentía esta mujer que, con peligro evidente, debe cruzar toda la redacción para
sentarse en su escritorio. Al parecer, lo hace con gusto. Es que Belén se ha enamorado tanto del idioma que no podemos descartar que tenga un romance con la letra B, una de sus preferidas, o con el punto y coma. A Belén le enloquece el punto y coma; también respeta mucho a la letra H. Y cuando baja la mirada, Bamba detecta que es porque se deprime al hablar de la letra V, con la cual tiene no tiene gran onda.
Algunos piensan que los correctores son escritores frustrados y los correctores piensan que los periodistas son escritores frustrados. La pelea es terrible. Unos
lanzan un texto con una coma partiendo la oración, y el otro se lo corrige porque no aceptará esa provocación entre sujeto y predicado. Desde aquí, Bamba, magnánimo, lanza un mensaje de paz. Cada cual a lo suyo, invoca. Aunque no será irreal pensar que, cuando Belén corrija estos párrafos, surja una nueva pelea después de este punto final.

Artículo aparecido en el diario Crítica de la Argentina el jueves de 3 de abril de 2008.


Si, la envidia que tengo a esa redacción es tan grande como un "milágro".


Friedrich.

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